Mostrando entradas con la etiqueta pecho. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pecho. Mostrar todas las entradas

jueves, 11 de agosto de 2011

La historia de una madre "imperfecta"

Ante todo pedir disculpas a Baballa por casi robarle el nombre de su blog en esta entrada de hoy . Se que el tema "dar el pecho" (lactancia materna) crea mucha controversia, pero que conste que soy partidaria absolutamente de dar el pecho a un hijo, pero también es cierto que no siempre se puede por varias razones de "peso" y que por ello no hay que presionar a ninguna mujer, ni que te miren como un bicho raro o una madre desnaturalizada y con poco apego hacia el hijo.


Hace unos días me encontré con una conocida que acababa de ser madre, pues bien, la criatura andaba medio sumida en una depresión por culpa de no haber podido seguir dando el pecho a su hija (aunque las hormonas aquí también juegan su papel), ya que se ha debido someter a un tratamiento y por ello no ha podido continuar con el pecho. Como madre experimentada que soy ya (jajaja, cómo nos gusta contar nuestras batallitas/experiencias/historias a las madres novatas ¿verdad?) le conté mi historia con la lactancia materna, creo que la dejé más tranquila y ahora os la cuento también a vosotras, por si alguna hay con cargo de conciencia para que se tranquilice, pues aquí no termina el mundo y gracias a dios hay más fórmulas para que los peques crezcan igual de sanos y rollizos, pero en ocasiones nos volvemos un poco extremistas e intolerantes en determinados aspectos de la vida que consideramos "más naturales" o simplemente porque es la moda.


Nunca os he contado que durante muchísimos años estuve trabajando con un pediatra por las tardes en su consulta privada ¿a qué no? pues ya lo sabéis. Por las mañanas estudiaba la carrera, después el doctorado, después investigaba, más tarde compartía trabajo de historiadora de arte por las mañanas y el de la consulta por la tarde, hasta que hace un tiempecillo dejé la consulta. Pues bien, el médico-pediatra con el que trabajaba era el jefe del equipo de gastro y nutrición del Hospital Materno Infantil de Málaga, uno de los mejores pediatras de España y toda una eminencia en su terreno. Así que nadie me va a contar los beneficios de la lactancia materna, porque durante muchíiiiiiiiisimos años lo he visto en vivo y en directo, pero también he visto como tarde tras tarde nos llegaban a la consulta niños casi desnutridos y muertecitos de la hambre porque la teta de su madre no era suficiente, niños que para nada se inmunizaron con el pecho de sus mamás, en este aspecto debo decir que he visto a bebés de semanas que tomaban el pecho y como eran ingresados con broquiolitis muy graves, neumonías, varicelas, diarreas, intolerancias varias y niños que tomaban pecho y eran asmáticos.


Puedo decir que eso de la inmunidad es algo relativo, evidentemente lo natural, lo lógico y lo más sano para el niño es el pecho, peeeeeeeeeeeero también puedo decir que he visto y comprobado con mis propios ojos como se ponían/ponen malos a partes iguales, los que tomaban/toman pecho y los que no. Por ejemplo el tema "cólicos de lactante", he visto a bebés con cólicos de lactante aún tomando el pecho de sus madres, porque la mamá inocente pensaba que a más leche, a más yogurt y a más queso que tomase de mejor calidad sería su leche y lo único que hacía era perjudicar a su hijo con la proteína de la leche de vaca que le transmitía en la lactancia materna, contradiciendo lo que en años se pensaba de forma errónea que mientras un niño tomase pecho no tendría ni cólicos ni cualquier tipo de intolerancia.


Ahora voy con mi historia de madre "imperfecta", porque así me sentí, o más bien me hicieron sentir, algunas cuyos calificativos me ahorraré porque me "yerve" la sangre. Desde el principio tuve muy claro que daría el pecho a mi hijo por todos los beneficios que nos suponían para los dos. Pues bien, como dice el dicho "el hombre propone y dios dispone", una cosa es lo que yo quiero y otra es lo que termina pasando. Salva nació casi de 42 semanas, tanto tiempo dentro de mí le perjudicó más que le benefició, pues mi cordón y mi placenta ya estaban muy viejos y los últimos días apenas le dejaban pasar alimento, consecuencia directa, pues que mi enano perdió peso dentro de mí, ya dentro de mí pasó hambre, según el médico debió llegar más o menos a los 3.200 kg y nació con tan sólo 2.720 kg., pobre mío estaba flácido y sus pellejos colgaban ante tanta pérdida de peso que en una cosa tan pequeña es mucho. Inmediatamente me obsesioné en que tenía que comer, comer y comer, era mi única preocupación/obsesión.


Los días previos a su nacimiento me hice con todo lo necesario para poder darle el pecho: discos de lactancia, sujetadores de lactancia, crema Purelan (la única que el bebé puede comer sin tener que ser retirada previamente del pecho de la madre y que fue lo primero que metí en el bolso del hospital, precisamente para prevenir grietas y hacerlo todo más llevadero), me hice con un gran cargamento de leche de soja en una oferta del Carrefour para que mi tesoro no tomase nada de leche de vaca tras su nacimiento, pues yo gracias a mi trabajo en la consulta del pediatra estaba muy concienciada con este tema de los cólicos y se los quise prevenir y tras su nacimiento me negué tajantemente a tomar cualquier tipo de calmante/sedante/analgésico que, aún no siendo perjudicial para el niño, mitigase algo el dolor de mi mega-herida hecha por los forceps (sólo digo que me estuvieron cosiendo más de hora y media y que tenía puntos hasta en el alma), pero soy así de visceral, bruta o cabezona y pasé mi dolor a "pelo".


Pues bien Salva nació y mis planes de lactancia materna fueron variando por momentos: a la pérdida de peso en mi vientre su sumaron que Salva nació con un frenillo sublingual (que necesitó de un paso por el quirófano posteriormente para cortarlo) y que mis pezones eran/son planos, así que todo ello supuso una mala combinación, ya que con frenillo eran imposible agarrar y sacar un pezón plano a lo que se sumaba la urgencia de que el niño debía comer, no podíamos pertinirnos el lujo de que perdiese más peso por cuestiones de salud, pero entremedio hubo alguna que otra enfermera "extremista" del tema que me pedía paciencia.


Para mí fue una tortura física y moral, física porque durante tres días me arrastraba cada media hora para ponerlo al pecho, pero era imposible, Salva no se podía agarrar a él, llegamos a comprar en el primer día hasta tres tipos de pezoneras diferentes y un estimulador del pezón, cada turno de enfermeras me recomendaba una marca diferente de pezoneras y allá que iba el padre entregado a la causa a por la nueva pezonera con la esperanza de que fuese más efectiva que la anterior. Os puedo decir que en menos de 24 horas gastamos más de 100 € en artilugios para mí inútiles, pues además a Salva las pezoneras le provocaban unas arcadas que se volvía del revés (siempre ha sido muy caquitas y delicado y no todo se lo lleva a la boca). Evidentemente todos esos trastos inútiles se los dejé a las enfermeras, para que una vez esterilizados se lo diesen a alguien que no pudiese o quisiese gastarse el dinero. Entre tanto mi niño, mi tesoro que me había llevado años encontarlo SIN PODER dar ni siquiera un chupetón y las ZORRAS enfermeras pidiéndome paciencia.


Tortura moral porque yo deseaba dar el pecho a mi hijo y me culpaba de ser una mala madre y encima todo el mundo dando su opinión: enfermeras, suegra, hermanas del marío, chica de la cama del al lado, hasta el marío de ésta, es decir, ¡¡¡un tío que no tiene nada que ver conmigo y encima primerizo!!!, que qué cojones sabría el de dar el pecho, vamos el colmo. Todos menos Tomás y mis padres que una vez más hicieron gala de un amor incondicional y me apoyaban dándome ánimos entre tanto agobio.


Así llegamos al 14 de marzo, a mi tercer y último día de hospital, mi desesperación ya era total, el niño no había dado ni tres chupetones desde la madrugada del 12 de marzo, así que voy a control y les pido un sacaleches y estas zorras me dicen que el sacaleches es un engorro y que insista, por dios, ¡¡¡aún más!!", tías no veis que el niño no puede y que está muy delgado, pero bien que por las noches para que os dejen tranquilas al niño llorón de la cama de al lado si le metéis un biberon, pero como Salva no lloraba pues éste no era un fastidio para vosotras.


Así que pasando de las zorras, como las bauticé, llamo al jefe pediatra que estaba pasando consulta en la planta baja y le cuento todo, sube en cuestión de minutos, me pesa al niño y éste había perdido más de 200 gr., ya sólo pesaba 2.500 kg., total que me dice que ya tiene que tomar algo, que ya no se puede esperar más a que siga perdiendo más peso pues además puede hacer una bajada de azúcar que en un recién nacido es algo muy peligroso. Así que le damos el bibi, se lo toma y más ancho que pancho, previo análisis de azúcar para ver sus niveles, que afortunadamente estaban bien, pues de lo contrario más de una se hubiese ido para su casa con una marca "made in Inma", soy pacífica, pero estaba visto que mis súplicas de que mi hijo debía comer no les hacía efecto y me consta que el jefe también las cogió por banda y les dijo algunas cosas en el cuarto de estar.


Así que muy digna yo me voy para el control, les doy mi discursito a esas enfermeras niñatillas con mucha teoría pero muy poca práctica, pues tenían "veintipoco" y encima no eran madres (pues se lo pregunté además, vamos para darles más caña yo también), les pido las pastillas para cortar la subida de la leche y ellas encima tienen la desfachatez de darme su discursito, me siguen culpando de falta de paciencia y me hacen sentir mal. Tras las zorras había una médico ATS, precisamente la que había sacado sangre a mi hijo para ver sus niveles de azúcar, con mucha cara de borde, nos manda callar a todas y dirigiéndose a mí me dice que me tranquilice y que no me sienta mal que ella había pasado con sus dos hijas algo parecido y que cuando es imposible dar el pecho es imposible y más con la serie de circunstancias que se daban en mi caso (frenillo, pezón plano, pérdida alarmante de peso). Le di las gracias y fue la que más me ayudó y tranquilizó y fue también la que me explicó cómo debía tomarme las pastillas para la retirada y cómo me debía tratar el pecho en los siguientes días. La verdad es que tenía una cara de borde increíble pero me entendió más que ninguna otra, frente a los dos niñatillas enfermeras que no eran ni madres y hablaban con total convencimiento desde la teoría, quizás pretendían ayudarme, posiblemente, pero lo mío no era un capricho de no querer dar el pecho, era una cuestión ya de salud, la de mi hijo, lo más grande, no era que el niño comía poquito y con el paso de los días comería más, nooooooooo, era que a mi hijo le era imposible coger el pecho, no podía, y aún cuando fuese una elección personal de no querer dar el pecho me lo tendrían que haber respetado.


Gracias a ciertas personas tuve la sensación de que había empezado a fallarle demasiado pronto a mi hijo, cuando era justo lo contrario, y entre ellas se incluye mi matrona, la de los cursos de preparación al parto, cuyas clases estuvieron dedicadas en un 100% a la lactancia pues es una radical del tema con algunos comentarios que ya antes de tener a mi hijo me parecían extremistas y más cuando yo venía de la consulta de un pediatra y esta señora no me iba a contar milongas, muy enrollada ella en las clases, pero cuando días después del nacimiento de mi hijo fui para que me viese apenas me tuvo en cuenta cuando le dije que el niño tomaba biberones.


En honor a la verdad debo decir que a mí con el bibi me ha ido fantástico, Salva una semana después pesaba medio kilo más, dormíamos todas las noches seis horas seguidas desde las 23.30 (última toma) hasta la toma de las 5:30 horas y después otra vez a dormir, jamás tuvo gases, ni cólicos, ni diarreas, ni estreñimiento, ni intolerancia o alergia de ningún tipo y le oíamos llorar de vacuna en vacuna únicamente, se puso malo por primera vez a los 11 meses, en todo el tiempo han sido dos gastroenteritis y cuatro anginas lo que ha tenido y su sacamocos está aún sin estrenar afortunadamente.


Claro que me hubiese gustado darle el pecho, pero era imposible y ya le estaba empezando a afectar, respecto al tan mencionado vínculo, pues claro que existe también entre las madres y los hijos criados con biberón o nosotras lo queremos menos o no lo cogemos y no lo tenemos durante horas piel con piel si no es sólo con el pecho??????????? Que venga alguna lista y me lo explique.


Eso es todo, no quiero convercer a nadie de nada, es mi historia, así la viví y así la cuento y si alguna vez tengo otro hijo está claro que no voy a dar tantas vueltas. Me sumo a Elena de "Educando a cuatro" que hace unas semanas pedía un respeto al biberóm, yo además pido un respecto a las madres que por voluntad propia o por unas causas determinadas hemos dado el biberón.


Os dejo foto de Salva con cuatro días tomándose uno de sus primeros biberones:



Besos.

Inma