La niña es muy graciosa, ese mérito no se lo vamos a quitar, pero mala y revoltosa es un rato también, además de muy cabezona y además de perfeccionarse en su llanto, vamos, que la tía es una profesional en el arte del lloro peliculero, está llorando y se está mirando en el espejo poniendo caras y así se puede tirar el rato que haga falta hasta que tú te rindas antes que ella, porque o te rindes o te haces el harakiri mental. Como buena mujer que es, dice el padre, que llora con una facilidad pasmosa y pasa del llanto a la risa en cerocoma, vamos, en el momento que consigue lo que quiere deja la lagrimita a un lado y te brinda la mejor de sus sonrisas donde le ves hasta la última muela. La madre que la parió quién sería, me pregunto a veces.
Además ha dado una vuelta de tuerca en su perfeccionamiento de eso de ser mala y se me tira al suelo boca abajo a llorar y patalear con la cabeza de caracoles de un lado para otro a velocidad turbo, esté donde esté, a ella le da lo mismo hacerlo en el salón de casa que en mitad de un restaurante donde estamos comiendo y la gente la tiene que saltar para no pisarla.
Imaginaros el número, la niña en mitad del restaurante emperrada porque no le dejamos meter la cara en la ensaladilla rusa ni el cuchillo de sierra con el que estábamos cortando el churrasco, es que hay cosas que no y no. Que quiere comer la ensalada con las manos, que se la coma, que quiere destripar el pan, que lo destripe con tal de que esté callada y nos deje comer y lo más importante no monte el número, pero hay otras cosas como que no, faltaría más meter los rizos en la mayonesa o contarse con el cuchillo o sacarnos un ojo a nosotros con el mismo. Pues al suelo que me tiro y aquí no come nadie, o coméis por turnos ea, primero papá y luego mamá que engulló la comida de tal manera que parecía que no había comido y llegó a casa con tal ansiedad que ni mirar a la cría quería, y el pobre hermano que miraba el cuadro como diciendo "madre míaaaaaaa, qué ganas tengo de independizarme de esta panda de locos" y mientras el restaurante pendiente de la niña y los camareros saltándola con los platos en las manos. Salimos del restaurante como el que huye de la candela y el padre me pregunta que si quiero un helado. Un helado???????? Tú me ves a mí con cara de querer un helado???? Tú dame un whisky doble, o mejor, dame veneno que quiero morir. Cuando llegamos a casa la de los caracoles fue de cabeza a la ducha, porque limpió el suelo del restaurante enterito a base de bien y así no la podía acostar, con lo bonita de iba y cuando salió de allí parecía que venía de un campo de batalla, hasta la blusa la traía rota. Ay señor!!!!!!
Y esto pasa por hablar, y es que quien tiene hijos no puede hablar, siempre critiqué a los niños que se emperraban y se tiraban al suelo en cualquier parte montando el numerito culpando a los padres de ello, pues Salva jamás lo hizo. Pues ahora toma, te tocó una por hablar, una que encima se luce cuando está en la calle. Ahora la gente hablará de nosotros diciendo que tenemos a la niña consentida y que eso se arregla rápido. Sí rápido, a más de uno quiero ver así sin que pierda los papeles. De verdad. Será el karma, digo yo, y a más de uno me entran ganas de decirle que cuidado con lo que está pensando que el karma le devolverá ración y media.
Y la noche de feria que me dio mare mía de arma y de mi corasón, juré y perjuré hasta en arameo que hasta que no tuviese novio la niña no pisaba la feria, vamos que no iba a la feria hasta que tuviese un novio que la llevase porque esta servidora no la llevaba más!!!!!! Llegué a casa con otro ataque de ansiedad y como si hubiera corrido una maratón a 40º. Se portó refatal, la flor en el pelo ni hablar, yo se la ponía y ella la voleaba bien lejos, después en todo se quería subir, le daba igual la noria gigante que el barco vikingo o el martillo, es muy temeraria y lanzada ella y encima no entra en razones, y cuando la subíamos en los carricoches de su edad luego no la podíamos bajar, así que perrera que te crío y al suelo a patalear se ha dicho, estuvo más tiempo en el suelo emperrada que en otro sitio, era digna de ver, con los volantes, los flecos del vestido y los caracoles a lo loco en mitad de la feria, y es entonces cuando te preguntas desencajada: "¿Las pilas dónde están que se las voy a quitar un ratito?" Y encima tú culpable por pensar "qué japutilla es la niña esta, coño, qué ganas tengo de irme a mi casa, y en qué hora decidí venir a la feria". Nunca mi visita a la feria fue tan fugaz y nunca tuve tantas ganas de venirme de la feria y nunca se me hizo tan largo, todo ello haciendo juramento en lenguas muertas. Lo pienso y ufffff, pelos de punta, lo dicho, no va más a la feria hasta que la lleve el novio (o la novia, que nunca se sabe los hijos por dónde te saldrán). Un tornado me pasa por encima y me deja en mejores condiciones.
Este verano uno de sus entretenimientos "prefes" ha sido meterse en su bañerita llena de agua que le tengo en la ducha cuando ya estaba vestida, perfumada, enlazada y enzapatada lista para irnos de paseo. Lo típico, y aquí entono el "mea culpa", te duchas, después la bañas a ella, la sacas del baño, la arreglas, la perfumas, todo a juego desde el pañal a la suela de los zapatos pasando por el lazo, la sueltas y te terminas de vestir, pues en ese minuto que estás vistiéndote en la habitación ella aprovecha para meterse en la bañerita de agua que hay en la ducha y que tú no has vaciado previamente cuando la has sacado tras el baño de no menos de tres cuartos de hora, porque esa es otra, eso de baños rapiditos ni hablar de la china que te la lía bien y entonces sí que no la puedes vestir, ni quitarle los nudos de los rizos ni nada de nada. No sabéis que me entra por el cuerpo porque encima es culpa mía. Verla toda mojada, zapatos, pañal, lazo, vestido, toooooodo y a volverla a vestir de nuevo, y así unas pocas de veces este verano. Tierra trágame y escúpeme en Santorini a mí solita por favor.
Nuestra frase preferida en casa es "¿Dónde está la niñaaaaaa?", pero en modo histéricos, esaaaaa niñaaaaaa que lleva mucho rato callada, la niñaaaaaaa llevatela de aquí que me está sacando la ropa del armario, la niñaaaaa, la niñaaaaaa, la niñaaaaaaaa. Ofú con la niñaaaaaa.
Y después está lo típico de todos los días a todas horas, cajones que vacía para meterse, armarios que revuelve y donde se esconde, camas revueltas porque ella ha decidido saltar sobre ellas o directamente meterse dentro y taparse hasta las cejas, pintar paredes, echarse cremas y desodorantes, sentarse delante del congelador abierto por huevos, sacar todo lo de la nevera que está a su alcance, volverme loca la lavadora, revolear el mando de la PLAY 4 porque sí y me da la gana, meterse en la ducha, debajo de las mesas, tirar los zapatos al cubo de la fregona, lavar los muñecos con el primer agua que pille, escupir el agua del biberón, volcarse el biberón del agua encima, tirar los rollos de papel higiénico al WC, tocarlo todo, abrirlo todo, tirarlo todo, revolverlo todo, subirse en todo, y de nuevo zasca en toda la boca por hablar, nunca me gustaron los niños que lo tocan y abren todo, me crispan, tanto en mi casa como en las casas de los demás, pues por hablar ahí llevas a una linda princesita que le encanta tocarlo todo y abrirlo todo que te pone voz de no haber roto nunca un plato y te lanza una sonrisa cautivadora que te derrites y caes rendida a sus pies, pero es Terminator, de verdad, palabrita del niño dios. Quiero pensar que todo ello es cosa de los terribles dos, también llamado la "doslescencia" en la que estamos a puntito de entrar.
Besos. Inma